Varios son los retos que tendrá que enfrentar Morena en la construcción del segundo piso de la 4T.
El primero será, desde luego, demostrar capacidad para acompañar al gobierno, además de encontrar afinidades y proximidades con los otros partidos de la Coalición Sigamos Haciendo Historia, tanto el Partido del Trabajo como el Partido Verde Ecologista de México, con el fin de respaldar y apuntalar los diversos proyectos de gobierno. Otro reto que resulta fundamental para Morena es desarrollar un sólido proceso interno de institucionalización, mismo que busque resolver la dependencia política de su máximo líder histórico, Andrés Manuel López Obrador. El tercero tiene que ver con los procesos internos de selección de dirigentes y candidatos, en donde la transparencia de la democracia interna será fundamental para fortalecer al partido. Estos retos, sin ser los únicos, están relacionados entre sí y enfrentarlos es hasta cierto punto una cuestión interdependiente.
La Empatía de Morena con el Gobierno.
El primer reto, funcionar como partido en sintonía con el gobierno, deriva de la complicada relación de estimular o ser un simple gorrón de las políticas públicas que deben impulsarse desde la autoridad gubernamental.
En general, cuando una fuerza política gobierna, sus principales cuadros políticos desempeñan funciones de autoridad y se quedan en el partido dirigentes secundarios, no obstante, quienes están en el gobierno, esperan que en su partido sigan y apoyen las políticas definidas desde los núcleos de poder. Desde luego, hay una constante ambivalencia entre la distancia que debe existir entre el gobierno y el partido, ya que este último no puede ser una rémora que termine por desprestigiarlo.
Los partidos son formas de expresión e intermediación, y en su interior se desarrollan expectativas de promoción política, las cuales surgen y se apuntalan de la relación que se establece con los núcleos sociales que apoyan y demandan determinadas políticas públicas. Los liderazgos político-sociales y su renovación se alimentan de esa conexión. En un partido cercano al gobierno el anhelo de formar parte de éste es persistente y sus cuadros políticos trabajan consistentemente para ser tomados en cuenta.
A Morena sostener los proyectos del gobierno no le alcanza en solitario, por lo que tendrá que interactuar y apoyarse en el PT y el PVEM, sobre todo porque necesitará de sus votos para alcanzar las mayorías necesarias en el Congreso. Ante esto, hay que asumir que estos partidos tienen también una agenda propia, la cual, como es lógico, pondrán en la mesa y buscarán negociar para llevarla adelante. Debe entenderse que en la consolidación de la 4 T estos forman parte de una alianza política y que son relevantes para la concreción de coaliciones electorales y determinadas relaciones para gobernar (Sartori, 1990).
El primero de estos partidos tiene una lista de demandas básicamente materialistas.
Su referencia al trabajo es parte de su naturaleza política e implica aumentos salariales para los trabajadores, así como mejora de sus condiciones de vida. En esto está implícita la reciente demanda por las 40 horas laborales a la semana, cuestión que se hará presente en el horizonte cercano del sexenio y en los anhelos de una sociedad más justa. Desde luego, este tipo de demandas son las que permiten establecer un puente y una proximidad entre Morena y el PT.
La interacción con el PVEM tendrá fundamentalmente una agenda de tipo posmaterialista que se relaciona con derechos humanos y derechos ambientales, pero que también se conectan y van a incidir en otros aspectos de carácter ético-moral, en los derechos de las mujeres, de las minorías, pueblos originarios, etc. Por supuesto, varias de esas demandas no son una exclusividad del partido Verde, y ni siquiera esta claro que este partido las defienda o las haga suyas. Son demandas que se encuentran en el plano de la sociedad civil, pero en la medida en que el PVEM las postula y llegan a formar parte de su propaganda, en buena parte del imaginario social estas propuestas se atribuyen al PVEM.
Si se revisan los resultados electorales, en algunos espacios estos dos partidos resultaron indispensables para alcanzar la victoria de la 4 T. La cantidad de diputados y senadores que tendrán en el Congreso de la Unión los convierte en aliados obligados y necesarios para Morena. De ahí, entonces, que la relación que se establezca con ellos debe ser afectuosa y afable en aras de mantener una alianza política y que son relevantes para la concreción de coaliciones electorales y determinadas relaciones para gobernar (Sartori, 1990).
La Institucionalización del Partido
El segundo reto, la institucionalización del partido, está vinculado con la proximidad del retiro de la vida política de López Obrador.
En primera instancia, ante el carácter carismático en la formación del partido, es necesario preguntarse cuál es el lugar que debe ocupar hacia adelante este liderazgo. Desde luego, AMLO seguirá siendo durante un buen trecho un referente del partido, pero será un tanto lógica su toma de distancia y el surgimiento de nuevos dirigentes con los cuales se tendrá que negociar y tomar decisiones. Asimismo, es normal que el líder llegue a ocupar el papel de arbitro en determinadas controversias que se presenten al interior del partido. La gran mayoría de los partidos políticos en el mundo surgieron a partir de un liderazgo carismático.
Sin embargo, para alcanzar su institucionalización tuvieron que superar esa etapa del dirigente originario y que la identidad colectiva estableciera un salto de calidad, en donde la organización y su estructura fuesen capaces de incorporar los valores y los fines del fundador del partido. El bien de la organización tiende a coincidir con sus fines. Por lo tanto, en la medida en que la axiología y teleología que le dieron origen se plasman e instrumentan en la organización del partido, este va adquiriendo mayores rasgos de institucionalización (Panebianco, 1982).
Los ideales, valores y fines de la propuesta que caracteriza a Morena han ido de la mano de López Obrador y se han destacado por una cruzada ética, austera e identificada fuertemente con los sectores populares.
Esos principios y su lucha decidida en contra del neoliberalismo permitieron amalgamar a muchos actores políticos y contaron con un amplio respaldo electoral. En por ello que el partido, en su proceso de institucionalización, deberá asumir esos valores y llevarlos de manera práctica a su estructura ideológica, política y orgánica. Es entonces que la lucha del líder carismático podría aterrizar en la estructura del partido. Panebianco también señala que un partido que es capaz de desa- rrollar un sólido proceso de institucionalización, es una organización que limita drásticamente los márgenes de maniobra de los actores internos, en donde la organización se impone sobre los actores individuales y canaliza sus estrategias por vías obligatorias y específicas.
En cambio, un partido débilmente institucionalizado es aquel en el cual los márgenes de autonomía de los actores en lucha son más amplios y en el que se permite a los grupos rivales un control autónomo sobre los recursos externos. Se señala que una institucionalización fuerte produce tendencias y una institucionalización débil desarrolla fracciones.
En ese sentido, la institucionalización que Morena requiere desarrollar es la de una organización en la que se discipline a las diferentes fuerzas internas y se les obligue a disputar posiciones a partir de reglas y condiciones de participación. Las diferentes fuerzas internas tienen todo el derecho de luchar por obtener posiciones de autoridad o de representación política, sin embargo, no pueden ni deben buscar alcanzar- las a partir de presiones y actitudes que pasen por encima de las formalidades de la organización.
La Selección de Candidatos
Lo anterior está estrechamente vinculado con el tercer reto que tiene que ver con la selección de dirigentes y, muy especialmente con la de sus candidatos a los puestos de elección popular.
La selección de candidatos siempre ha sido considerada como una de las funciones más importantes de los partidos políticos, y en los tiempos actuales estos eventos han cobrado mayor significado y algunos teóricos han llegado a considerar que es la actividad más relevante (Gunther y Diamond, 2001). De tal suerte, los procesos o los mismos métodos para nominar candidatos se convierten en un elemento fundamental que termina por definir la naturaleza o carácter del partido.
Existen algunos criterios o dimensiones para considerar los procesos de selección de candidatos (Hazan y Rahat, 2009). Uno de ellos es el de selectorado, el cual se refiere al cuerpo que elige a los candidatos, y que puede conformarse de manera incluyente o excluyente dependiendo de quienes o cuántos son los que definen la designación.
Entre más personas participen en la selección habrá una decisión incluyente, pero si la estas se reducen, termina por ser más excluyente. Asimismo, las democracias occidentales asignan a los integrantes del partido un papel significativo en la selección de candidatos. Desde luego las elecciones internas, en las que quienes eligen a los candidatos son los miembros del partido, se consideran entre las más puras y democráticas. También hay primarias abiertas en donde, ciudadanos que no necesariamente pertenecen al partido, pueden participar en la selección.
Aunque la selección de candidatos es básicamente un proceso interno en los partidos, Morena ha decidido, con las encuestas, hacer participar a la ciudadanía en la decisión.
Este ha sido un método eficaz para evitar la confrontación y el desbordamiento de los grupos internos que se disputan las posiciones, particularmente cuando se obliga a los contendientes a aceptar de antemano los resultados que se les presenten. Con ello no sólo se mide la presencia y conocimiento de los aspirantes, sino también su aceptación entre la población, lo cual resulta significativo para medir las posibilidades de triunfo posterior a la designación.
Sin embargo, desplegar un proceso de selección a partir de encuestas exige a los pretendientes contar con un espacio de promoción con el fin de aspirar seriamente a las candidaturas. Es posible señalar que en las encuestas los aspirantes favorecidos son aquellos que la ciudadanía conoce y ha tenido alguna presencia en medios, en redes sociales o en alguna promoción en los espacios urbanos. Hay candidatos visibles y reconocidos, pero hay otros invisibles a los que nadie conoce y no se tiene la menor idea de quiénes son y porqué aspiran a ser candidatos.
Es precisamente por eso que se dan esos momentos de promoción, mismos que se encuentran débilmente estructurados y en donde distintos participantes impulsan sus aspiraciones sin reglas que se encuentren claramente establecidas. Son por ello quienes cuentan con mayores recursos económicos y políticos, los que podrán destacarse y penetrar en el imaginario ciudadano, y quienes tendrán en una encuesta cierta oportunidad de destacarse ante los demás pretendientes. En esta tesitura, es posible señalar que las encuestas tienen un límite y Morena tendrá que preguntarse hasta dónde podrá llevar adelante este método sin incluir a los miembros del partido en la decisión.
La definición del método para seleccionar candidatos se relaciona con la capacidad de ordenar y resolver las diferencias al interior del partido.
Cualquiera que este sea, el reto para Morena es que permita una decisión incluyente y evite decisiones cupulares o excluyentes. Por ahora, elecciones primarias y abiertas a la militancia no están en el horizonte del partido, pero tarde o temprano tendrá que abrir esa posibilidad como método de participación de quienes integran el partido en la selección de candidaturas. La experiencia de intervención de los simpatizantes de Morena fue cuando seleccionaron a su dirigencia en septiembre-octubre de 2023 a partir de tres encuestas realizadas entre simpatizantes y militantes del partido, con la determinación del Instituto Nacional Electoral y después de una sentencia del Tribunal Electoral.
Por ahora, sin embargo, es difícil pensar que en México se presente la posibilidad de establecer, como en el caso de Argentina, primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), las cuales permiten en un mismo día la selección de candidatos de los diferentes partidos políticos. Este proceso llevaría a que las diferentes fuerzas políticas desarrollaran un proceso interno en donde los ciudadanos que simpaticen con cualquier partido participen en la decisión.
Lo cierto es que la mayoría de las experiencias internas en los partidos mexicanos han sido para los partidos frustrantes y fallidas, al recurrir los diversos grupos internos a prácticas antidemocráticas como acarreo, compra de votos, manejo arbitrario del padrón de electores y hasta robo de urnas. Por las características y experiencias negativas de prácticamente todos los partidos mexicanos, una permanente institucionalización, además de la selección de dirigentes y candidatos requiere de una sólida formalización, pero también de un convencimiento de que ello conlleva al fortalecimiento de las propias fuerzas políticas. Ante ello, una salida viable es que el INE sea quien organice y desarrolle los procesos internos de los partidos políticos.
Ciertamente, ante los retos que deberá enfrentar Morena en el corto y mediano plazo, su continua construcción, institucionalización y democrática selección de dirigentes y candidatos, requieren de una clara disposición a abordarlos de manera franca y sin prejuicios, con una valoración y reconocimiento de todas las fuerzas que lo integran. Las diferencias son intrínsecas, válidas e ineludibles. El reto es procesarlas de la manera más abierta posible.
Juan Reyes del Campillo Profesor-investigador de la UAM-Xochimilco. Doctor en Estudios Sociales, licenciatura y Maestría en Ciencia Política. Líneas de investigación: partidos políticos, procesos electorales, representación y cultura política. Publicación de más de 100 trabajos en revistas especializadas o como capítulos en libros. Coordinador y autor de diversos libros. Consejero Electoral del Consejo General del IEDF entre 2001 y 2006. Integrante del Sistema Nacional de Investigadores.
Referenias:
Gunther R. y Diamond L., 2001. “Types and Functions of Parties”, en Diamond L. y Gunther R. (eds.), Political Parties and Democracy, Baltimore and London, The John Hopkins University Press. Hazan R. y Rahat G, 2006. “Candidate selection: Methods and consequences”, en Katz R. y Crotty W., Handbook of Party Politics, London, SAGE
Publications.
Panebianco, A. 1982. Modelos de partido, Madrid, Alianza Editorial, (Alianza Universidad, 627). Sartori, G., 1982. Partidos y Sistema de partidos, Madrid, Alianza Editorial.