Existe en el país, particularmente en la opinión pública, una fuerte preocupación por el estado que guarda la oposición. Se observa en los opositores una enorme debilidad después de la elección de junio, en donde las fuerzas políticas que la componen no solamente han sido marginadas de muchas decisiones, sino que se encuentran perdidas, estáticas y desestructuradas.
Lo cierto es que, ante un gobierno fuerte como el que tenemos ahora en México, debe existir también una oposición fuerte. Sin embargo, los partidos opositores, el Partido Acción Nacional, el Partido Revolucionario Institucional y Movimiento Ciudadano parecen un tanto paralizados, obnubilados y carentes de capacidad de reacción ante la aplanadora que significa la Cuarta Transformación.
Por su parte, los opositores en boca de sus liderazgos han empezado a decir que ellos están listos y que el país nos necesita a todos, enfatizando que durante los últimos años han sido ignorados, además de acosados y perseguidos con la intención de doblegarlos. Frente a un nuevo gobierno esperan tener una relación diferente, de contrapeso, como corresponde a los opositores de manera responsable ante las necesidades del país. Apelan a la necesidad de un diálogo respetuoso de las diferencias y se declaran listos para colaborar y participar en la construcción del México que la nación merece. Es el papel que debe jugar la oposición y ellos esperan cumplirlo.
Con la reforma política de 1977, al reconocerse a los partidos políticos como entidades de interés público, en México se dio paso a la institucionalización de la oposición, la cual pudo actuar y fortalecerse dentro del ámbito constitucional. A partir de entonces, la oposición desarrolló sus acciones en un marco institucional, aceptado y autorizado formalmente en la legislación electoral. Desde ese momento, buena parte de las diferencias y controversias del sistema político mexicano se resolvieron y canalizaron mediante los procesos electorales, llevando las disputas políticas de los terrenos informales a los espacios institucionales, parlamentarios, gubernamentales y jurisdiccionales.
Al conformarse como contrapartida dialéctica del poder público, la oposición se convierte en una institución y parte esencial del proceso político (Ionescu y Madariaga, 1977). De acuerdo con estos autores, el conflicto político se origina en dos fuentesprimordiales: el choque de intereses entre diversas fuerzas en una sociedad y la pugna de valores (creencias, ideas, actitudes, costumbres), y estas fuentes de conflicto, al volverse cada vez más complejas, requieren de canales institucionales para expresarse y darles cauce. Por ende, más allá de una mera discrepancia, la oposición se establece como la forma más avanzada para institucionalizar el enfrentamiento político.
Para que la oposición fuese reconocida como parte esencial del proceso político, fue necesario el desarrollo de una amplia opinión pública como fuerza social y con cierto grado de libertad para expresar los ideales de diversos sectores de la sociedad; de la aceptación y extensión de la teoría de la representación política vinculada con la soberanía popular, que otorgaba prioridad al individuo, al ciudadano sobre la riqueza y se apartaba del antiguo concepto de representación de intereses corporativos; asimismo, del desarrollo de agrupaciones políticas, más tarde aceptadas como partidos, leales al marco constitucional y que, como tales, se identificaban y reconocían como parte del Estado nacional. Estos elementos se combinaron para fortalecer la vida parlamentaria, la cual hizo posible la institución que dio como resultado la presencia y consolidación de la oposición (Ionescu y Madariaga, 1977).
Desarrollo de la oposición política en México
La reforma política se dio cabida a la participación de un mayor número de fuerzas políticas, particularmente a diversos partidos de izquierda que estaban marginadas del escenario institucional. El Partido Comunista Mexicano, el Partido Socialista de los Trabajadores, el Partido Revolucionario de los Trabajadores y el Partido Mexicano de los Trabajadores fueron accediendo a la vida político electoral y, con ello, integrándose al orden constitucional. Se les reconoció como fuerzas que encauzaban las exigencias y demandas económico-sociales de amplios grupos populares, de ciudadanos y trabajadores. Estos partidos, ante las limitaciones y dificultades político electorales, se fueron uniendo, aliándose y hasta fusionándose para mejorar su desempeño, logrando entre sus militantes ser parte muy importante en la construcción a fines de los años ochenta de un gran partido de izquierda, el Partido de la Revolución Democrática.
Otra cuestión importante con el desarrollo de la reforma política resultó ser que el Partido Acción Nacional se fue consolidando como la formación política más exitosa de la oposición. En los años ochenta, los principales fraudes electorales se cometieron contra ese partido en diversos municipios y en algunas gubernaturas. En el año de 1989 conquistó su primer gobierno en el estado de Baja California y enfrentó, con relativo éxito, las imposiciones en Guanajuato y San Luis Potosí en el año de 1991. Después, en 1992, se le reconoció su triunfo en Chihuahua y más adelante en Jalisco y Guanajuato. En 1997 el PAN ganó en Nuevo León y Querétaro mientras en el Distrito Federal, obtuvo la Jefatura de Gobierno Cuauhtémoc Cárdenas como candidato del PRD. En 1998 este partido también ganó en Tlaxcala y en Zacatecas y, un año después, en Baja California Sur. Con esos triunfos, al darse en México la alternancia parcial, se desarrolló en México un doble bipartidismo, pues mientras en algunos estados la polarización entre el gobierno y la oposición era entre el PRI y el PAN, en otros se daba en la confrontación del PRI con el PRD.
Con la alternancia total, la fuerza de la oposición se dibujó claramente en el Congreso al establecerse los gobiernos divididos o gobiernos sin mayoría, ya que desde 1997 hasta 2018, la Cámara de Diputados y después el Senado de la República nunca tuvieron mayoría de un partido político. Entonces, la oposición en el Congreso desempeñó un papel sumamente importante en la consolidación de las relaciones políticas, en el desarrollo de acuerdos y consensos para avanzar en el proceso legislativo y la gobernabilidad. La importancia de la oposición se venía reflejando con los diferentes cambios en las alternativas de gobierno. Durante unos cinco lustros, estos tres partidos jugaron a ser gobierno y, al mismo tiempo oposición leal, ya que fueron ellos los que ocuparon los principales cargos políticos.
Transcurrieron un par de décadas y fueron quienes se encargaron de redefinir las reglas de la competencia electoral. Desde luego, fueron negociando y acordando la política sobre la participación de los medios de comunicación en las elecciones, el marco respecto a las fechas electorales con la intensión de volverlas cada vez más concurrentes, aumentaron el umbral de 2 a 3% y transformaron al Instituto Federal Electoral en el Instituto Nacional Electoral, con lo cual se nacionalizaron las elecciones y el Consejo General del INE tendría atribuciones para ordenar y sistematizar las prácticas de los 32 Organismos Públicos Locales Electorales. Con estas modificaciones el sistema político mexicano mejoró en su funcionamiento y se precisaron con mayor claridad los tiempos y los espacios de las oposiciones. Con el uso de los tiempos del Estado en radio y televisión, se prohibió su compra por parte de los partidos y demás particulares, con lo que se inhibió el uso de recursos de procedencia ilícita para la promoción de las candidaturas. Al nacionalizarse las elecciones llevó a que las instituciones electorales locales no estuvieran sujetas a los intereses políticos locales, casi siempre controladas y asumidas como coto político de los gobernadores. El aumento del dos al tres por ciento como mínimo porcentaje para mantener el registro buscó reducir el número de participantes en el escenario electoral y hacer que los partidos fuesen más responsables. La concurrencia de las elecciones federales con las locales evitó el dispendio y obligó, en particular al conocido como partido oficial, el PRI, a competir en igualdad de condiciones con sus opositores.
La puerta de entrada y salida del escenario electoral para las fuerzas políticas en México no ha estado cerrada. Ciertamente, en este periodo fueron añadiéndose requisitos para el registro y la puerta de salida se amplió con el aumento del umbral. Sin embargo, los principales partidos cartel dirían Katz y Mair- fueron desafiados por uno nuevo, Morena, el cual obtuvo registro en 2014, alcanzó un 8% de la votación en la elección intermedia de 2015 y, con López Obrador como candidato, en 2018 logró la presidencia de la República. A partir de ello, los partidos que armonizaron la transición y usufructuaron el poder durante años, pasaron a formar parte de la oposición. Pero qué fue lo que sucedió y por qué pasó por encima de ellos un tsunami tan devastador para sus intereses.
Desarrollo de la oposición política en México
Son diversas las críticas que se hacen respecto a la oposición política, empezando con la aceptación del sistema en que basa el gobierno su legitimidad. En ese sentido se habla de una oposición leal que reconoce el funcionamiento del sistema político y reduce los cuestionamientos a sus fundamentos. Los partidos del sistema y la oposición leal contribuyen mediante un alto grado de apoyo y alto nivel de obediencia a la completa legitimidad de las autoridad de un régimen político (Linz, 1990). En general, en México los opositores prefieren el consenso y la negociación antes que la ruptura, ya que intuyen y están convencidos que resulta más provechoso reconocer las reglas y poder utilizarlas en cierto momento en su propio beneficio. La lealtad en nuestro país es a fin de cuentas a un sistema de gobierno presidencialista y a un sistema electoral mixto con dominante mayoritario, en donde las normas resultan muy importantes para la oposición (Loaeza, 1996).El problema es cuando la oposición se vuelve demasiado pragmática y renuncia a sus compromisos ideológicos, así como cuando los antagonismos doctrinales se reducen meramente a simples divergencias sobre la aplicación de las políticas públicas que son parte de acuerdos y consensos. En el momento en que los partidos y los candidatos parecen intercambiables, cuando se vuelve difícil para el electorado distinguir las propuestas que presentan los candidatos, y a partir de que no es posible separar las alternativas programáticas, el pragmatismo empieza a encabezar la escena política, los partidos se desdibujan y las diferencias entre el gobierno y la oposición terminan por confundirse.
Cuáles eran, por ejemplo, las diferencias en 2018 entre Ricardo Anaya, candidato del PAN, y José Antonio Meade, nominado por el PRI. Para los electores resultaba muy compleja la distinción, porque parecían dos candidatos siameses que promovían y defendían el mismo proyecto político de nación. En tal virtud, resultaría hasta cierto punto lógica y evidente la coalición que estos partidos establecieron desde 2021, misma a la que ya se había sumado el PRD; como consecuencia, en 2024 formaron una nueva coalición inmersa en el pragmatismo para postular a Xóchitl Gálvez a la presidencia de la República.
No obstante, lo que está detrás de esa extraña amalgama son los intereses de ciertas élites políticas, las cuales terminan por confabularse con el fin de excluir a otros grupos de cualquier posibilidad de acceder al poder. Son esas políticas de exclusión las que practican, con tal de buscar apartar o marginar a los adversarios políticos. Pero las características que tenían estas élites y que las aglutinaban para actuar de manera coordinada era su neoliberalismo y las políticas vinculadas con este modelo de desarrollo. No obstante, la crisis del modelo les ha cobrado factura a estas fuerzas políticas y, en muchos sentidos, ahora tampoco saben como alejarse o desprenderse de él como ya sucede en otros países.
Desde luego, otro elemento que perjudica a la oposición es la tendencia a una creciente participación de los gobiernos en el ámbito público, lo cual ha provocado una menguante presencia de los opositores y que implican las dificultades para mantenerse ante un poder en expansión. Es entonces cuando se hace más visible la necesidad de una oposición fuerte para enfrentar a un gobierno fuerte.
Son varias las reflexiones que se tienen que hacer sobre la oposición, en el sentido de si son suficientes o deben integrarse otras fuerzas políticas; si deben mantenerse unidos el PAN y el PRI o deben retomar cada uno su propio camino. Si debiera incorporarse también a esta coalición Movimiento Ciudadano. Después de la pérdida de registro del PRD, la realidad nos indica que es muy difícil conformar un nuevo partido político de dimensión nacional que pueda rivalizar con los ya existentes, debido tanto a las reglas para alcanzarlo, como a la dificultad para que la sociedad le otorgue un necesario sustento de carácter político y se logren los votos para su registro.
Si los partidos de oposición actúan de manera atomizada difícilmente lograrán derrotar en las urnas a las fuerzas de la Cuarta Transformación. Ciertamente los opositores tienen fuertes diferencias tanto en su composición interna como con sus formas de hacer política. Una coalición de éstos no implica que actúen siempre y en cualquier escenario de manera uniforme. Sin embargo, tendrán que continuar coaligándose para enfrentar electoralmente a los partidos del gobierno. Las opciones cambian según los escenarios y los territorios político-electorales.
Pero cuáles son las posibles salidas que en este torbellino tiene la oposición. Las fuerzas opositoras no pueden limitar su participación a la denuncia y al rechazo de las acciones gubernamentales. En realidad, depende en gran medida de la capacidad para obtener y utilizar la información y documentación con la misma eficacia con que lo hace el gobierno. La oposición puede brillar solamente si se muestra capaz y eficiente como el gobierno. Dada las cosas, a la oposición no le queda otro camino que derrotar al gobierno en su propio terreno y dejarse ver ante la opinión pública y la sociedad como mejor preparada que su adversario en el gobierno. Únicamente ofreciendo una política que parezca más idónea que la del gobierno y que se vislumbre como una mejor alternativa ante las problemáticas que enfrenta la sociedad, podrá la oposición oponerse y tener éxito frente al gobierno.
Ionescu, Guita e Isabel de Madariaga (1977). La oposición. Pasado y presente de una
institución política. Madrid, Espasa-Calpe, S.A.
Katz, S. Richard y Peter Mair (2004). “El Partido cartel. La transformación de los modelos
de partidos y de la democracia de partidos”, en Zona Abierta, núms. 108/109, Madrid,
Editorial Pablo Iglesias.
Linz Juan J. (1990). La quiebra de las democracias. México, Alianza Editorial Mexicana-
Conaculta.Loaeza, Soledad (1996). Oposición y democracia. México, Instituto Federal Electoral,
(Cuadernos de Divulgación de la Cultura Democrática, 11).